Que nuestra alma sedienta acuda a esta fuente, y que nuestra miseria
recurra a este tesoro de compasión... Virgen bendita, que tu bondad
haga conocer en adelante al mundo la gracia que tú has hallado
junto a Dios: consigue con tus oraciones el perdón de los culpables,
la salud de los enfermos, el consuelo de los afligidos, ayuda y libertad
para los que están en peligro.
(S. Bernardo, Hom. en la Asunción
de la B. Virgen María, 1, 7-8)
Un movimiento interno, de un amor verdadero que engloba a toda la persona, no solo los sentimientos, también la voluntad
Llena de confianza en Nuestra Señora
Hace que el alma evite el pecado e imite las virtudes de la Virgen
Inspira al alma que no se busque a sí misma, sino solamente a Dios en su Santísima Madre
Consolida el alma en el bien
Nace del espíritu y del corazón
Lectura de los Hechos de los Apóstoles (Hch 5, 12-16)
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban sanados.
Salmo Responsorial (Sal 117, 2-4. 22-27ª)
R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor!
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor:
el Señor es Dios, y Él nos ilumina.
Con los dedos extendidos y juntas las manos hay que rezar. Así es el mensaje recibido en la iglesia Nuestra Señora de la Victoria en Praga frente al Niño Jesús. Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!
¡No me dejes, Madre mía¡
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.
Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos,
gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
Ea, pues,
Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos,
y después de este destierro
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor
Jesucristo. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas nuestras súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita.
Préstame, Madre, tus ojos, para con ellos mirar, porque si por ellos miro, nunca volveré a pecar.
Préstame, Madre, tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
Préstame, Madre, tu lengua, para poder comulgar, pues es tu lengua patena de amor y de santidad.
Préstame, Madre, tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
Préstame, Madre, tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierto con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame, Madre a tu Hijo, para poderlo yo amar, si Tú me das a Jesús, ¿qué más puedo yo desear?
Y esa será mi dicha por toda la eternidad.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amén.
Salve Regina, Mater misericordiae,
Vita dulcedo et spes nostra salve.
Ad te clamamus exsules filii Hevae.
Ad te suspiramus gementes et flentes,
in hac lacrimarum valle.
Eja ergo advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Jesum benedictum fructum ventris tui
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria.
PADRE, en el nombre de TU HIJO JESÚS
y por la intercesión de la Virgen María
Reina de la Paz, te ruego bendigas este nuevo día
y a todas las personas que encontraré.
VIRGEN MARÍA danos un corazón humilde
y obediente como el tuyo, para que DIOS PADRE
nos bendiga en todo y Tu HIJO JESÚS nos ilumine.
Madre Mía cúbrenos con tu manto y guárdanos
de todo mal.
Amén
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